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HELOISA CROCCO

LA EMOCION DE LA BELLEZA

EN TIERRA FLOR

Fotos: Tyrone Rodovalho y Nando Martins

Tierra Flor, título para la presentación de la última serie de Heloísa Crocco, nos instala frente a la arcilla, materia vernácula con la que tanto nos asociamos culturalmente desde la Arquitectura y el Diseño.  Las fuentes de inspiración para esta artista esencial de nuestro continente emergieron naturalmente desde nuestros paisajes, el natural y también el construido. El ladrillo de campo, el nido del hornero, son los puntos de partida para la creación de obas que tienen por finalidad primaria la contemplación activa, este es, proponen reflexiones y repasos. El mundo cerámico fue primero y aún está entre nosotros.

Es una mujer hermosa que trasmite paz y serenidad. Su cabello gris y su corte severo, su mirada profunda y tranquilizadora y su andar ágil y juvenil dan cuenta que estamos ante un ser humano esencial, que no necesita ornato para ser lo que es. En el sentido más amplio y profundo del término, una mujer hermosa.

Nuestro último encuentro fue breve, se preparaba para regresar, junto a su hijo Vico, a Porto Alegre luego de casi cinco meses de estadía entre nosotros. Su casa taller en Altos de Punta Piedras guarda una relación singular con ella. Sobria, elegante y extremadamente práctica, –mis casas son simples y esenciales, no necesito mucho espacio, no necesito de mucho para poder vivir y suelo viajar ligera de equipaje – afirma a modo de disculpa.

Licenciada en Dibujo y con especialización en Artes Plásticas, Heloísa Crocco es una de las más reconocidas artistas de Brasil, su proyección en el escenario nacional e internacional es algo fabuloso. Su trabajo está marcado por la investigación y desarrollo de obras que comparten el respeto y la integración con la naturaleza y el medio ambiente, valorando los detalles naturales de la materia prima utilizada. Realiza exposiciones en todo el mundo, además de recoger premios de diseño en varias categorías. Su vida transcurre entre Porto Alegre y Altos de Punta Piedras y en consecuencia es una habitante habitual que recorre y transita nuestro país. Y sus tránsitos nunca son superficiales, su visión del mundo y su compromiso con la vida la llevan a observar donde los demás apenas miramos. Y ese gesto que nosotros a la distancia asociamos a una marcada preocupación por descubrir raíces culturales en el paisaje que habitamos le ha llevado a recorrer ampliamente el territorio al sur de nuestro continente. Su obra se relaciona con esa búsqueda y los resultados conmueven, animan y de alguna manera comprometen.

Heloísa y la Topomorfosis

En la producción de Heloísa Crocco, sus trabajos con la madera y la producción de objetos a partir de ella son la consecuencia de una larga y profunda tarea de investigación llamada Topomorfósis, que revela los patrones de los anillos del crecimiento de los árboles. Este proceso, se relaciona con la naturaleza de viajera impenitente de Heloísa que luego de recibir una formación académica completa decide canalizar toda la información recibida en la profundización del conocimiento de su territorio, Brasil y también por extensión del continente. Recorrió Brasil en distintas expediciones. Mientras investigaba sobre las fibras, con sus transformaciones, viajó por América Latina investigando dibujos e iconografías precolombinas, texturas y tejidos. Entre los principales lugares visitados está la Selva Amazónica, donde inició su investigación con la topomorfosis, que es el mayor proyecto de Crocco Studio a la fecha.

En tiempos donde el formato cultural europeo dominaba la escena social, esta disrupción generó fuertes impactos que en la obra de Crocco marcaron caminos pero a la vez mucho tienen que ver con el redescubrimiento cultural de la región.

El método de trabajo es duro, demanda el esfuerzo por caminar, recorrer, encontrar, estudiar, analizar y llegar hasta las esencias de las materias que el paisaje propone. Trabajar con la madera, como ahora con la arcilla, supone la necesidad de conocer el ciclo natural  y ensayar el hecho artístico a partir de esa experiencia. Cuando trabaja con la madera su obra revela la topografía interna de cada pieza y entonces el hecho creativo se sirve de los surcos, los colores y los relieves que esta propone, el gesto del descubrimiento de aquello que está allí se convierte en soporte y no demanda de otra intervención que aquella que va ordenando la materia. Con la arcilla hemos percibido un trabajo en idéntica sintonía. La arcilla, el agua, sus manos que atrapan y generan la masa que luego es moldeada para contar, desde pequeñas unidades de tamaño variable, la misma historia que primero el Hornero y luego el hombre, vienen contando desde el principio de ambas historias. Arcilla, agua, fuego, son revisados por Heloísa para rescatar esencias y valores y contarnos, al final del día, que todo está allí. Que siempre ha estado allí.

Abraham Moles manifiesta que “actualmente la función social del artista ha cambiado: de creador de obra única es ahora, esencialmente el promotor de acontecimientos artísticos… Moles habla de una economía política de la obra de arte, es decir, de una adecuación total de la obra de arte a los fines de la sociedad, en la medida en donde la forma de la pirámide socio cultural esté en correlación suficientemente fuerte con el ejercicio del deseo estético.

La obra de Heloísa Croco resulta difícil de clasificar, regresando a Moles, que la ubica en la frontera del arte y el diseño, entendemos que el recorrido que demanda el proceso creativo al que apela se sirve de todas las etapas conocidas del arte entonces incluye también el gesto artesanal.

Heloísa Crocco creció en Porto Alegre y desde niña mostró un comportamiento inquieto y una fuerte vena artística. Para canalizar estas características, asistió al Centro de Desarrollo y Expresión, que estaba ubicado en el Teatro São Pedro. En este laboratorio de creación tuvo sus primeros contactos con artistas que dirigían talleres de xilografía, arcilla y pintura. De adolescente estudió enseñanza técnica en Artes Aplicadas e hizo una pasantía con la artista alemana Elisabeth Rosenfeld, conocida por introducir los textiles de lana en el sector artesanal de Gramado. En los años siguientes, Heloísa ingresó a la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFGRS), donde estudió la carrera de Dibujo. También tomó cursos con Tom Hudson del Cardiff’s College of Art of London en Porto Alegre y curso una especialización en Soportes Científicos y Praxis en la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul (PUCRS).

LA BELLEZA EN TIERRA FLOR

yo diría que la belleza ocurre. A veces pienso que la belleza no es algo raro. Es algo que está sucediendo todo el tiempo. El arte sucede todo el tiempoafirmaba Jorge Luis Borges y el recuerdo a esta referencia llega casi de inmediato al escuchar a Heloísa. Su obra es el resultado de un entendimiento delicado y por momentos disruptivo. Si la belleza es el resultado de un canon establecido socialmente, concepto que cada momento histórico establece, en el trabajo de Heloísa emerge naturalmente. Y entonces es algo que sucede todo el tiempo. Y está en el paisaje. El proceso creativo es entonces el resultado de su descubrimiento. Está en la tierra y cuando es arcilla adquiere una singular y sutil potencia. Al observar los paneles de pequeños ladrillos creados por Heloísa, o al detenernos ante el enorme Abaco armado con cuentas de pequeños ladrillos o las piezas individuales que dan cuenta de esa síntesis natural entre la tierra, el agua y el fuego, la belleza se descubre desde un lugar distinto.

La belleza suele definirse como la característica de un objeto que a través de una experiencia sensorial genera una sensación de placer o un sentimiento de satisfacción. Se relaciona entonces con la forma, el aspecto visual, el movimiento, el sonido y también, desde el sabor o los olores. Tomás de Aquino define lo bello como aquello que agrada a la vista.

En el caso de TIERRA FLOR, la belleza logra despertar en el observador la emoción que solo es posible experimentar ante un objeto que seduce trascendiendo su aspecto y alcanzando un nivel que escapa a la convención social del término. La belleza entonces, según Heloísa Crocco, es emoción, sentido de vida. Y compromiso.

No podemos dejar de leer el texto escrito por el Arquiecto Iñaki Volante Negueruela, Directos del proyecto Baukunst Academy, que acompañara la presentación de los trabajos de la serie TIERRA FLOR de Crocco …esta exposición de la artista Heloísa Crocco es un encuentro de la naturaleza con el oficio del hombre y la poética de la artista. La belleza y la poesía de su obra tiene una fuerte relación con la filosofía “Wabi sabi”, que es una forma artística y espiritual de belleza no convencional, enfrentándonos como observadores a una fuerza natural de tierra y fuego que da como resultado una mirada nueva sobre la tradición local de la fabricación del ladrillo. Heloísa Crocco colecciona y registra estas observaciones para emparentar estos oficios ancestrales con la concepción de la arquitectura, tanto en la manera que construye su hogar el pájaro Hornero como en la tectónica del barro y del ladrillo en la forma visual vernácula y moderna de la extraordinaria arquitectura de Uruguay. TIERRA FLOR es una celebración de la creatividad y el ingenio de la naturaleza, y su influencia en el mundo de la arquitectura y las artes visuales. Mano a mano. A través de su obra, Heloísa nos invita a reflexionar sobre la belleza poética y la importancia de la  Es la belleza sublime natural la que nos conquista a través de este relato directo y el resultado es un conjunto de imágenes, atmósferas y esculturas que nos remiten a la mejor producción artística actual.

La exposición TIERRA FLOR permanece abierta en el espacio FOTOARTE, de Roberto Riverti, en Punta Piedras.  El video HORNERO, que fue producido especialmente para presentar y acompañar la exhibición,  es una investigación visual que narra la relación entre el hornero bicho y el hornero hombre. La naturaleza uruguaya como potencial inmenso y la fuerza de la cultura local. El paisaje extraordinario y la dignidad del oficio. El pico del pájaro construyendo su casa de barro y la mano del hombre usando el barro para hacer ladrillos. Imágenes que se sumergen en el origen, hacer arquitectura con elementos de luz, color, textura, tradición e innovación. Fue dirigido por Tyrone Rodovalho y co dirigido por Heloísa Crocco. La  Dirección de Fotografía y Color estuvo a cargo de Nando Martins y la edición a cargo de Bernardo Winck. La composición y Producción Musical es de Francisco Lapetina.

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